‘Hasta Siempre Compañero’: Recordando a Diego Maradona

POR DANNY SHAW & WILLIAM CAMACARO

El 25 de noviembre de 2020, los pueblos combatientes del mundo perdieron una humilde leyenda: Diego Armando Maradona. Tenía 60 años en el momento de su fallecimiento.

Posiblemente el mejor jugador de fútbol que haya adornado los campos, el enérgico delantero combinó habilidades incomparables en su deporte y una franqueza inquebrantable contra la opresión. Las declaraciones públicas y la transformación de ninguna otra figura del deporte han capturado igualmente el impulso cambiante en América Latina.

Maradona fue para los latinoamericanos lo que Mohamed Ali fue para la comunidad negra en los Estados Unidos.

La guerra de las Malvinas

Criado en la oprimida comunidad de Villa Fiorito, en las afueras de Buenos Aires, el talento del pibe de oro desde muy joven le valió contratos millonarios primero en su tierra natal y luego en España e Italia. No ajeno a la controversia, “el dios del fútbol”, con su rebelde cabello natural, fue irreverente ante las élites y desafiante hasta la médula. Cuando un jugador español le lanzó epítetos racistas por su ascendencia indígena, Maradona le dio un cabezazo, lo que provocó una pelea que se transmitió ante el rey Juan Carlos, cientos de miles de aficionados en el estadio y media España viendo por televisión.

El jugador de 22 años fue radicalizado por la Guerra de las Malvinas de 1982 en Inglaterra, que fue un asalto a su tierra natal. Causando una agonía y un trauma incalculable, cientos de soldados murieron en ambos lados y cientos de veteranos se suicidaron durante años. El ex presidente Ronald Reagan afirmó que los Estados Unidos era un “mediador”, pero se mantuvo fiel a su socio colonial liderado por la muy denostada Margaret Thatcher.

Este fue el telón de fondo del enfrentamiento de semifinales de 1986 entre los dos países sin relaciones diplomáticas en la Copa del Mundo en la Ciudad de México. Argentina era América Latina y América Latina era Argentina.

Maradona anotó un gol astuto donde los reflejos en cámara lenta mostraron que usó ilegalmente su mano para redirigir el balón a la red inglesa. Tras el partido en el que la selección inglesa le acusó de hacer trampa con la mano, respondió: “sería la mano de dios”. Los analistas deportivos aplaudieron la “picardía” o astucia argentina detrás de la maniobra. El segundo gol fue un sprint completo a través de un campo minado de defensores ingleses que pasó a la historia como “el gol del siglo”.

Estos actos heroicos sellaron el destino de Maradona como ídolo de las masas en la lucha contra el neocolonialismo.
Vencer a Inglaterra en América Latina era vengarse del enemigo invasor. El campo de fútbol era una extensión del campo de batalla. Los arrogantes ingleses fueron expulsados. Esta fue la recuperación simbólica de la dignidad argentina y latinoamericana.

“Patria es humanidad”

El revolucionario cubano José Martí escribió una vez que “nuestra patria es la humanidad”. La relación que Maradona estableció con Cuba fue la plena expresión de las palabras del poeta cubano.

En 2000, un Maradona con sobrepeso y asediado viajó a Cuba para tratar su adicción a las drogas. Fidel Castro lo visitó en sus peores momentos y ayudó a cuidarlo. El presidente cubano se quitó el abrigo militar y se lo dio al paciente. Dijo que adoraba a Fidel porque era “genuino y se preocupaba por los problemas humanos que otros ignoraban”. El futbolista decadente, “miserable de la tierra” no fue rechazado en La Habana. En cambio, fue aceptado, tratado como un ser humano digno y amado. Este momento de curación fue otro de los puntos de entrada de Maradona a la marea de resistencia que fluía por las Américas.

El mismo año, Japón le negó una visa a Maradona debido a leyes estrictas que prohíben a cualquier persona del país que tiene antecedentes de drogas. Siempre un “tribuno del pueblo”, en el sentido leninista de la palabra, Maradona exclamó que nunca volvería a Japón. Él respondió: “No me dejarán entrar a Japón porque consumí drogas. Pero permitirán que entren gringos que les han arrojado dos bombas atómicas”.

El frente en la batalla de las ideas

El argentino se enorgullecía del surgimiento de la segunda independencia de América Latina, que comenzó el 6 de diciembre de 1998 con la victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela.

En 2005, Tabaré Vázquez del Frente Amplio recibió a George Bush en Uruguay en una medida que fue considerada una traición por su partido y la región. Bush estaba promoviendo el Tratado de Libre Comercio de las Américas, conocido como ALCA. El “libre comercio” para Maradona y millones de latinoamericanos es la libertad del capital estadounidense para expandir sus tentáculos por más del continente.

La Revolución Bolivariana avanzaba en América Latina y recientemente había saldado la deuda externa de Argentina. Chávez viajó a Argentina en un enfrentamiento con el belicista líder estadounidense. El Río de la Plata divide los dos países y los dos lados de la historia. A la altura de la ocasión histórica, con Maradona a su lado vistiendo una remera de “Stop Bush”, el líder venezolano cantó: “El que no brinca es yankee”. Maradona dio crédito al eslogan de Evo Morales: “el imperio está con la derecha, el fútbol con la izquierda”.

Esta fue la batalla de ideas de la que habló Fidel.

“Ser atacado por el enemigo no es malo sino bueno”

Es difícil apreciar la grandeza de Maradona aquí en los Estados Unidos, donde las lealtades deportivas se dividen entre el béisbol, el fútbol americano y el baloncesto. En América Latina y Europa, el fútbol es el rey. En Nápoles, los restaurantes tienen nichos reservados para colgar ídolos religiosos. Allí junto a ellos está Maradona. El alcalde ha anunciado que el famoso estadio Saint Paul debería cambiarse de nombre a uno de los más queridos de la ciudad.

La prensa dominante también recuerda al titán del fútbol, ​​pero rehúye conscientemente sus compromisos políticos. Otros medios acusan a Maradona de ser “antiestadounidense”. Al igual que el liderazgo político que tanto admiraba, Maradona nunca expresó su ira hacia el pueblo de los Estados Unidos, sino hacia su liderazgo político, que pensaba que eran “el oficial de policía del condado”. Durante los años de la ola progresista en Nuestra América, Maradona fue un habitual en programas de televisión y en mítines con Luiz Inácio “Lula” da Silva, Daniel Ortega, José “Pepe” Mujica y otras figuras antiimperialistas del continente.

Sus tatuajes de Ernesto “Che” Guevara y Fidel le dieron un nuevo significado a la frase “llevaba sus sentimientos en la manga”. Su programa “De Zurda” en TeleSUR en 2014 con Víctor Hugo Morales, el afamado comentarista deportivo uruguayo, combinó humor, análisis deportivo y comentario político más izquierdista. El año pasado, luego de una victoria de entrenador en abril, dijo: “Quiero dedicar esta victoria a Nicolás Maduro y a todos los venezolanos que están sufriendo. Estos yanquis, los alguaciles del mundo, piensan que solo porque tienen la bomba más grande del mundo pueden empujarnos. Pero no, nosotros no”.

Quienes tuvieron el honor de conocer a Maradona lo recuerdan como una persona de pueblo siempre accesible. Aunque tuvo sus propias luchas personales, nunca vaciló en su compromiso de elevar las voces de los pobres y defender a los desamparados. Maradona nunca se olvidó del pueblo. El 25 de noviembre de 2020, en el cuarto aniversario del fallecimiento de Fidel, uno de sus alumnos y admiradores se unió a él en la eternidad, habiendo dejado tanto para que todos podamos saborear y aprender.

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