Mientras el mundo mira hacia Washington D.C. para observar la transición de la presidencia de Donald Trump a Joe Biden, muchos no saben que va venir con la presidencia entrante. Los medios de comunicación convencionales y liberales carecen de creatividad en su análisis, repitiendo que necesitamos “unidad” y un regreso a un Estados Unidos “anterior a Trump”. Tal vez perdonable porque esa retórica es la misma que Biden uso en su campaña. Pero para adoptar un enfoque crítico; Para analizar verdaderamente lo que significa una presidencia de Biden para los Estados Unidos, Latinoamerica y todo el mundo, debemos enfocarnos en las políticas concretas de Biden, no los eslóganes sin sustancia.
Hay un dicho popular; “Las acciones hablan más que las palabras”. Estoy de acuerdo, pero con respecto a los políticos, creo que una frase más adecuada sería “la política habla más fuerte que las palabras clichés”. El trabajo de un político, más o menos, es escribir e implementar las leyes. Y así como juzgaríamos a un panadero por su habilidad para hornear pan, deberíamos juzgar a un político por su política, no por promesas vacías hechas en discursos para ganar apoyo. Y afortunadamente (o desafortunadamente) para nosotros, Biden ha tenido una larga historia en el gobierno, así que hay mucha historia para contextualizar y analizar.
Biden en los Estados Unidos
La historia de la política racista y represiva de Biden es bien conocida en los círculos progresistas y de izquierda en los Estados Unidos. Pero con el interés de proporcionar un argumento más convincente e informar a los que no lo saben, repasemos algunas de sus “leyes infames”. Biden saltó a la fama como senador en los 70s por su liderazgo en contra de la integracion racial; concretamente, la práctica de integrar las escuelas a través del transporte público (es decir, autobuses). Las tendencias segregacionistas de Biden no se detuvo allí. Tuvo una relación con el infame segregacionista Strom Thurmond, quien una vez afirmó que “todas las bayonetas del ejército no pueden forzar al negro a entrar en nuestros hogares, nuestras escuelas, nuestras iglesias y nuestros lugares de recreación”. Biden describió a Thurmond como “uno de mis amigos más cercanos” y ofreció el elogio en su funeral en 2003.
Biden continuo apoyando una serie de políticas represivas destinadas a aumentar la fuerza policial y la vigilancia doméstica, todas las cuales han afectado de manera desproporcionada a las comunidades negras, morenas e indígenas. Biden criticó tanto a Regan como a Bush desde la derecha por no ser lo suficientemente punitivos con sus estados policiales. Esto culminaría en lo que Biden describió como su “mayor logro”, la infame Ley de Crímenes de 1994. Biden se jactó de que esta ley significaría que, en sus palabras, “hacemos de todo menos colgar a la gente por caminar imprudentemente”.
Instituyó una serie de nuevas políticas, que incluían una financiación exorbitante a los departamentos de policía, la construcción de nuevas prisiones, la introducción de requisitos de sentencia más severos y el aumento del número de delitos por los que se podía aplicar la pena de muerte. En resumen, preparó el escenario para el desastre de encarcelamiento masivo en el que ha estado Estados Unidos desde entonces. El país tiene más del 20% de los prisioneros del mundo a pesar de que solo representa alrededor del 4% de su población.
Biden en América Latina
Las políticas nacionales de Biden son bien conocidas y legítimamente criticadas por algunos, pero su historial de política exterior represiva, específicamente dirigida a América Latina, frecuentemente evita el mismo nivel de escrutinio. Hacia el final de la administración Clinton (1992-2000), mientras era miembro del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Biden defendió la legislación que se convertiría en el notorio “Plan Colombia”. El Plan Colombia era un paquete integral de legislación que quería proporcionar al gobierno colombiano las herramientas y el financiamiento para combatir el “narcoterrorismo”. La contribución de Biden a la legislación fue asegurar que el 80% de los $7.5 mil millones asignados al programa fueran directamente al ejército Colombiano. El programa no logró sus objetivos declarados, pero sí logró una militarización masiva de la sociedad colombiana, el envenenamiento de las tierras rurales y los recursos naturales, y un aumento de la violencia y represión estatal que aún se siente hasta el día de hoy.
Cuando se le preguntó sobre el Plan Colombia este año en una entrevista con el Des Moines Register, Biden no solo reafirmó su apoyo a las medidas tomadas, se jactó; “Yo soy el tipo que armó el Plan Colombia, arregle ese gobierno por un tiempo”. Si “arreglar este gobierno” incluye proporcionar armas y fondos a los paramilitares de derecha y los cárteles de la droga, entonces el futuro de la política entre Estados Unidos y América Latina parece sombrío.
La reciente nominación de Anthony Blinken como Secretario de Estado tampoco augura nada bueno para el futuro de América Latina. Blinken le ha dicho al Senado que la administración Biden seguirá reconociendo al fracasado títere estadounidense Juan Guaidó, como presidente de Venezuela. Este es el mismo Guaidó cuyos seguidores han golpeado, quemado y asesinado a bolivarianos afro-indígenas, y que ha atacado la capital venezolana con estos mismos simpatizantes.
Si bien el bando de Biden se apresura a denunciar la fallida ocupación de la capital estadounidense el 6 de enero como un ataque a la democracia, se apresuraron a apoyar los intentos de la “oposición” venezolana de hacer lo mismo en ese país. Además, Blinken reafirmó el compromiso de la administración Biden de utilizar las sanciones como un medio de guerra económica, llegando a decir que la administración entrante buscaría “una manera más efectiva a las sanciones … para que los facilitadores del régimen realmente sientan el dolor.”
¿Qué significa para el resto de Latinoamérica que Biden apoye la continuación de la intervención militar imperialista? Especialmente cuando dicho apoyo es tan descaradamente obvio.
¿Regreso a la normalidad?
Sus seguidores han declarado que Biden devolverá a Estados Unidos a la “normalidad”, argumentando que la presidencia de Trump fue una anomalía y no un producto del sistema capitalista racista que le permitió ganar tanto poder en los últimos 4 años. Pero, ¿a qué “normalidad” esperan volver? Antes de la presidencia de Trump y la pandemia de COVID-19, lo “normal” en los Estados Unidos consistía en pobreza, falta de vivienda, aumento de las disparidades de riqueza, policía racista, encarcelamiento masivo, niños encerrados en jaulas en la frontera, represión estatal de movimientos de personas afrodescendientes, morenas, e indígenas, reducción del gasto público en salud, miles de muertes cada año por costos sanitarios desorbitados, intervenciones militares ilegales en países extranjeros … Podría seguir, pero creo que mi punto es claro. Aquellos que apoyan a Biden con el argumento de que él “traerá de vuelta la normalidad” están revelando más sobre sí mismos de lo que se dan cuenta, que su oposición no está dirigida hacia la naturaleza inherentemente racista y violenta del sistema capitalista, sino solo hacia la exposición pública de la naturaleza de este sistema.
Ahora, antes de concluir, quiero enfatizar que no estoy criticando a todos los que votaron por Biden. Hay muchas personas y comunidades que han sido directamente dañadas por la retórica violenta y racista de Trump. Mi crítica no está dirigida a esas personas o comunidades, ya que es completamente comprensible por qué querrían que echaran a Trump. Mi acusación es contra personas de las clases predominantemente blanca, ricas y “media”, muchas de las cuales podrían describirse como miembros de la “burguesía” o la “pequeña burguesía” en términos marxistas. Este es un grupo que no enfrentó cambios materiales significativos bajo la presidencia de Trump. Es un grupo cuya principal oposición a Trump se dirigió hacia la retórica que usó, y no sus políticas. Es un grupo que enfatizará la necesidad de “volver a la normalidad” ignorando los numerosos problemas que siempre han plagado a la sociedad y al sistema político estadounidense porque no los afectaron personalmente.
Quizás una presidencia de Biden sea mejor de lo que esperamos. Quizás el va tener un cambio masivo de opinión y implemente numerosas iniciativas de políticas nacionales y internacionales progresistas. Quizás … pero como materialistas históricos, no debemos mirar al reino de las esperanzas y los sueños, debemos mirar la realidad y la historia como nuestra guía. Debemos reconocer que Biden realmente encarna un “regreso a la normalidad” y que su presidencia no será más que una extensión de los siglos de políticas coloniales, imperialistas y capitalistas normalizadas que han tratado a América Latina y a todo el Sur Global como nada más que como su patio trazero.
Nota: Este articulo fue publicado originalmente por Diaspora Tribune.