POR CARLOS CRUZ MOSQUERA Y NICHOLAS AYALA
COVID-19 es una enfermedad nueva, pero muchos de nosotros que venimos de familias inmigrantes conocemos muy bien el trauma de ver amenazados nuestros medios de vida y que nuestras vidas esten en peligro inminente de muerte. La situación de la pandemia no es muy diferente a nuestras experiencias de vida. Es natural, especialmente para quienes han sido politizados, mirarlo con ojos escépticos.
Por la forma en que los gobiernos han respondido al despliegue de las vacunas, sabemos que la clase dominante no solo maneja mal la situación, sino que la aprovechará activamente para promover sus intereses. Sin embargo, debemos tener cuidado con la información que consumimos, ya que gran parte del escepticismo que gana terreno se basa en teorías de conspiración desarrolladas por oportunistas que buscan obtener ganancias de la propaganda del miedo.
Es importante subrayar que en la historia, especialmente en los Estados Unidos, la ciencia se ha usado en contra de la gente de clase trabajadora no blanca. Muchas mujeres puertorriqueñas, por ejemplo, fueron esterilizadas desde la década de 1930 hasta la década de 1970. El Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos también infectó deliberadamente a personas negras con sífilis entre ese mismo período en lo que se conoce como el Estudio de Sífilis de Tuskegee. Un programa similar se llevó a cabo en Guatemala en la década de 1940 por las mismas personas.
Hay muchos otros casos históricos en los que las instituciones y los gobiernos occidentales han buscado activamente utilizar a las personas no blancas de la clase trabajadora para experimentar su ciencia, o más recientemente donde no brindan atención médica adecuada a los pacientes no blancos, especialmente a los Afro-descendientes. Una vez más, esta experiencia histórica significa que nuestra comunidad tiene una desconfianza justificada hacia la ciencia occidental que significa que somos más susceptibles a ser engañados por teorías de conspiración que juegan con esos miedos, lo que influye en nuestra actitud hacia la pandemia.
No hay evidencia de que las vacunas COVID-19 se hayan desarrollado utilizando personas no blancas como un experimento, para ser concretos. No hay evidencia de que las vacunas se hayan desarrollado para funcionar en determinadas razas de personas y no en otras. Aunque se han informado efectos secundarios, especialmente en personas con alergias graves, no ha habido muertes ni enfermedades graves como resultado de la aplicación de las vacunas COVID-19. El argumento generalizado en nuestra comunidad de que debemos esperar a ver qué sucede no tiene sentido. Solo ayuda retrasar una intervención muy necesaria ya que nuestra comunidad se ha visto particularmente afectada.
Los latinoamericanos de clase trabajadora en la diáspora tienen una desconfianza justificada en el sistema. Muchos de nosotros nos hemos visto obligados a huir de nuestros países de origen debido a la pobreza extrema y la violencia generalizada. Estas son condiciones creadas por un sistema económico global que divide al mundo en quienes se benefician del capitalismo y quienes son víctimas. Es posible que no siempre tengamos la capacidad de percibir las formas intrínsecas en que el capitalismo moderno nos victimiza. Sin embargo, nosotros, como comunidad, entendemos en el fondo que existe un sistema que no se creó pensando en nosotros.
Sin embargo, esta percepción racional a veces está fuera de lugar y terminamos convirtiéndonos en aliados de las organizaciones de teoría de la conspiración y sus líderes de cultos que solo buscan ganancias. Se trata de organizaciones cuyo objetivo no es revertir las injusticias económicas y políticas a las que nos enfrentamos, sino atraer seguidores aprovechando sus experiencias y temores reales. Por supuesto, este seguimiento masivo puede ser tan rentable como las organizaciones religiosas, recolectando donaciones de sus partidarios y seguidores.
Los líderes del culto de la teoría de la conspiración ganan cantidades increíbles de dinero con publicaciones en las redes sociales que se comparten ampliamente en todo el mundo. Por ejemplo, David Icke y su organización, uno de los teóricos de la conspiración más ampliamente compartidos que ha liderado la campaña de desinformación contra el COVID-19 y las vacunas, según los informes, ha ganado millones solo con Facebook y Youtube. No están difundiendo sus teorías contra el sistema para ayudar a las personas a comprender el mundo, como afirman, sino para usar sus miedos para alentarlos a poner más dinero en sus bolsillos.
Por mucho que estemos en contra del sistema, reconocemos que los ensayos de vacunas se han llevado a cabo durante meses y han involucrado a decenas de miles de personas. Aunque las vacunas se suelen desarrollar a lo largo de varios años, nunca han tenido la urgencia y los recursos que han tenido estas vacunas. La rapidez en el desarrollo de estas es un testimonio de la urgente necesidad del capital mundial para resolver la pandemia; después de todo, son los menos interesados en una mayor paralización de la economía global. Si hay algo que luchar, es para el acceso inmediato para nuestras comunidades que son las más afectadas, ya que es más probable que estemos expuestos al virus en nuestros trabajos de primera línea.
El Sur Global y el acceso a la vacuna COVID
A nivel internacional y nacional, también existe una clara agenda imperialista para acelerar el acceso y la distribución de la vacuna a los ricos primero. Antes de que puedan realizarse distribuciones masivas de la vacuna, las naciones imperialistas han comprado la mayor parte del suministro de vacunas. Según la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg, el 51% de las dosis de vacuna han sido compradas por naciones que solo representan el 15% de la población mundial. Los principales países que compran más dosis de vacunas de las que realmente necesitan son los EE. UU. y el Reino Unido. Las naciones que tienen el dinero para hacerlo se están empujando a sí mismas y a sus poblaciones al frente de la fila de vacunas, mientras que millones de personas en el Tercer Mundo son pateadas para atrás. Los expertos ahora predicen que muchas naciones de “bajos ingresos” no podrán vacunar eficazmente a su población en general hasta 2024.
Mientras crean una escasez artificial de dosis de vacunas, los imperialistas en Estados Unidos continúan sus guerras económicas contra naciones soberanas. El presidente Rouhani de Irán ha denunciado repetidamente las sanciones de Estados Unidos que impiden que Irán compre el equipo médico necesario. Para Venezuela también se han endurecido las sanciones y se han desplegado barcos de la armada estadounidense frente a las costas de Venezuela en medio de la pandemia. Entonces, al mismo tiempo que el norte imperialista está acumulando medicinas vitales para tratar una pandemia global, también está restringiendo y complicando la capacidad de ciertos países para adquirir la vacuna a través de una guerra económica prolongada.
La Organización Mundial del Comercio también ha intervenido en el debate sobre las vacunas, defendiendo a los países farmacéuticos negándose a renunciar a los derechos de propiedad intelectual en torno al desarrollo de vacunas. Al renunciar a los derechos de propiedad intelectual, los países en desarrollo tendrían la capacidad de acceder a información sobre cómo desarrollar vacunas, lo que conduciría a una mayor cooperación global y una mejor capacidad de las naciones para crear una vacuna localmente y distribuirla a su gente. No hacerlo, asegura que las corporaciones farmacéuticas que crearon las vacunas obtengan miles de millones de ganancias vendiendo la vacuna y la información relacionada con ella a otras organizaciones, corporaciones y gobiernos.
Gente Afro-descendiente y no blanca de clase trabajadora van de últimos en la fila
Lo que nos dice la serie reciente de eventos es que el acceso a las vacunas está distorsionado por las divisiones de clases globales. Lo mismo sucederá con la distribución de la vacuna en los países donde la distribución ha comenzado. Durante meses se nos dijo que los primeros en recibir la vacuna son los trabajadores esenciales, las comunidades pobres y los barrios Afro-descendientes y no blancos. Cuando llegó el momento de que la vacuna comenzará a implementarse, vimos lo que debería haberse esperado, pero apenas se discutió poco.
La moralidad de los ricos y de la élite demostró ser una farsa, la vacuna fue y actualmente está llegando a personas que pueden pagarla debido a su capital y riqueza. En el Hospital de Stanford, las enfermeras, los médicos de primera línea y los estudiantes de medicina protestaron por la decisión de la administración de distribuir la vacuna primero a los profesores superiores y a la administración antes que a los de primera línea. La congresista estadounidense Ilhan Omar desaprobó el hecho de que los miembros del Congreso sean considerados de alta prioridad y tengan acceso a la vacuna antes que los trabajadores esenciales. A pesar de sus críticas, muchos políticos ya han recibido la vacuna y un trato preferencial. Este trato prioritario para los capitalistas ricos tampoco debería sorprender, ya que han tenido este trato especial desde el comienzo del brote.
Cuando el presidente Trump y más tarde Rudy Giulani contrajeron el coronavirus, fueron tratados con medicamentos experimentales que le habrían costado a la persona promedio una cantidad extrema de dinero. Giulani incluso admitió que ser una “celebridad” da acceso a mejores tratamientos y procedimientos médicos. Los capitalistas y sus ricos lacayos famosos seguirán recibiendo un trato preferencial por la vacuna a pesar de toda su alta retórica moral en torno a dar la vacuna a los pobres primero.
Como socialistas, organizadores y activistas, todos tenemos la obligación de luchar por las masas y exponer los males de la sociedad creados por la élite explotadora. Ir con cualquier tendencia popular no es lo que se supone que debemos hacer. Nuestro trabajo es refutar la propaganda y la desinformación que se difunde intencionalmente entre nuestras poblaciones a su costa y en beneficio de la clase burguesa.
Si los socialistas simplemente estuvieran de acuerdo con lo que es popular, Mao y los comunistas chinos nunca hubieran terminado con las condiciones patriarcales del campo, las Panteras Negras nunca hubieran comenzado patrullas armadas y se hubieran resignado solo a protestas pacíficas, y los revolucionarios nunca hubieran participado en revolución ya que las masas inicialmente no las apoyaron. En este momento, nos enfrentamos a una situación desesperada en nuestras comunidades y en la madre patria. La pandemia ha provocado una crisis económica que muchos no han visto en décadas.
Mientras discutimos la legitimidad de la vacuna, se están sentando las bases para que los ricos de todo el mundo tengan acceso prioritario con la esperanza de que puedan salvarse mientras el resto de nosotros morimos. En cuanto al imperialismo, este tema es aún más urgente ya que miles de millones de personas en naciones enteras están desesperadas por algún alivio del caos de la pandemia, pero los imperialistas occidentales lo niegan.
En tiempos desesperados como estos, es importante recordarnos la historia antiimperialista y socialista. Pienso en el partido de los Young Lords en la ciudad de Nueva York y su adquisición del Lincoln Hospital y más tarde de una unidad de rayos X. Lincoln Hospital es un hospital en el sur del Bronx, un vecindario mayoritariamente afroamericano y latino, que no contaba con fondos suficientes ni personal.
Los Young Lords se hicieron cargo del hospital con la esperanza de crear un programa dirigido por la comunidad para adictos a las drogas. Después de que la policía rompió sus barricadas y arrestó a una docena de personas, los Lords confiscaron una unidad de rayos X unos días después y la llevaron a East Harlem y comenzaron a proporcionar pruebas de tuberculosis gratuitas puerta a puerta. Cuando dejaron que la gente muriera a causa de enfermedades prevenibles y curables, se creó una indignación tan fuerte que la comunidad tomó el asunto en sus manos. Si los ricos y la élite planean hacer lo mismo ahora y no se preocupan por nuestra gente, se les debe recordar lo que el poder comunitario puede lograr cuando nos arrinconan.