Elecciones importantes están en el horizonte en las principales economías de América Latina y con ellas el futuro de cientos de millones de nuestra gente está en juego.
México, actualmente gobernado por el Partido Revolucionario Institucional nacionalista-burgués, tiene una oportunidad de cambio en el horizonte. Desde una perspectiva comunista, es improbable que el candidato popular presidencial Andrés Manuel López Obrador para el Movimiento Nacional de Regeneración, Morena, produzca cambios sustanciales si toma el poder en las elecciones del 1 de julio. En cambio, como otros proyectos socialdemócratas en la región, Obrador puede aliviar la presión a través de reformas a corto plazo en educación, salud y otros servicios públicos. Un cambio bienvenido para un país que ha sufrido una terrible violencia socioeconómica a manos de sus élites históricas. Las encuestas lo muestran punteando durante meses, pero los principales candidatos y partidos están cerrando la brecha rápidamente. En 2012, cuando Obrador se postuló para la presidencia contra Enrique Peña Nieto, se informaron irregularidades generalizadas en los colegios electorales, pero el candidato izquierdista no exigió un recuento adecuado.
Del mismo modo, el candidato izquierdista de Colombia, Gustavo Petro, un ex guerrillero, tomó al país por asalto, ganando el apoyo de lo que parecen ser millones de electores en todo el país. Aunque definitivamente sería el candidato más probable de hacer un cambio -reformas socialdemócratas en lugar de cambios revolucionarios- queda por verse si las élites históricas le permitirán tomar el control del país en las elecciones que tendrán lugar a finales de este mes. Ya recibió un disparo y un mercenario cubano de derecha arrestado hace unas semanas admitió estar a cargo de un plan para matarlo. Esta es la primera vez desde Jorge Eliécer Gaitán que un candidato por fuera de la élite política histórica ha tenido una posibilidad real de tomar el poder.
El gobierno socialista de Venezuela enfrenta elecciones el 20 de mayo. Es probable que el camarada Nicolás Maduro sea reelecto, aunque tal vez por un margen pequeño debido a la guerra económica de las elites blancas y derechistas que ha devastado al país durante años. El partido gobernante, el Partido Socialista Unido de Venezuela, continúa disfrutando de un gran apoyo de una gran parte de la población a pesar de los constantes ataques salvajes lanzados contra ellos. No es probable que aquellos que están indecisos voten por la derecha ya que, en general, no se les considera una alternativa viable. Lo que es preocupante no es necesariamente los resultados, sino las consecuencias. La probable victoria socialista podría provocar más agresión por parte tanto de las elites locales como por sus amos en los Estados Unidos y Europa. Afortunadamente, hemos visto que las fuerzas socialistas y progresistas de Venezuela han podido, aunque con serias dificultades, superar los sabotajes puestos en marcha por sus enemigos.
En octubre, veremos si Luiz Inácio “Lula” da Silva, actualmente encarcelado por presuntos cargos de corrupción, puede vencer la guerra contra él y la izquierda brasileña. A pesar de su encarcelamiento y los medios de comunicación en el país librando una guerra contra él, sigue siendo el favorito del pueblo, líder en las encuestas desde hace bastante tiempo. Aunque mucho más inclinado hacia el centro-izquierda y menos radical en comparación con Maduro y el boliviano Evo Morales, Lula y su sucesora Dilma Rousseff iniciaron un proceso histórico de reforma que ha dado a las fuerzas revolucionarias la capacidad de respirar y organizarse. Todo este progreso está siendo constantemente deshecho por el presidente no electo Michel Temer.
Como comunistas, somos conscientes de que todos estos procesos socialdemócratas sólo pueden ser útiles a corto plazo. La solución a largo plazo radica en un proceso socialista más radical en el que las poderosas élites son aplastadas, exiliándolas o destruyéndolas por cualquier medio. Nacionalizar los medios de producción, es decir, tomar el control total de las fuerzas económicas de estos países, es la manera más segura de tomar el poder que estas élites históricas han tenido en la región durante al menos 200 años.
Debemos continuar ofreciendo apoyo crítico a esta ola popular de candidatos progresistas y de centro izquierda (Obrador, Petro, Lula) sin perder de vista la verdadera solución al estado neocolonial de América Latina y el Caribe: una dictadura de los trabajadores y el históricamente oprimido.