Por qué el legado de Emiliano Zapata es más relevante que nunca

POR LOLA CAMPOS

Lo has visto en camisetas, calcomanías de automóviles y probablemente en todas las redes sociales. Su inconfundible bigote y su mirada identifican al icono revolucionario mexicano inolvidable: Emiliano Zapata.

Nacido en 1879 en el estado de Morelos, Zapata vivió en carne propia la explotación de los campesinos pobres. Los hacendados con frecuencia capitalizaron fuentes de agua para sus grandes propiedades y tomaron la tierra por la fuerza explotando de la población mayoría indígena. Zapata mismo era mestizo de ascendencia nahua y su ciudad natal, Anenecuilco, hablaba español y náhuatl.

Bajo la dictadura de Porfirio Díaz, un periodo conocido como el Porfiriato, las tierras indígenas y mestizas fueron tomadas ilegalmente por élites bajo el sistema en constante expansión llamado haciendas. Los campesinos de estas tierras fueron obligados a entrar en una relación laboral feudal con aquellos que les habían robado sus territorios, convirtiéndose en agricultores o peones endeudados.

Zapata a menudo venía en defensa de sus compañeros vecinos oprimidos, llevando sus títulos de propiedad a la corte para establecer la posesión de la tierra en disputa. Al presenciar la ineficacia del sistema legal, Zapata y sus seguidores a menudo se ocupaban de las haciendas para protestar el robo de tierras. Estas experiencias lo catapultaron a la escena nacional bajo el llamado de Francisco Madero a la revolución en 1910 y lo llevó a establecer el Ejército Libertador del Sur, ELS, donde comandó un estimado de 20,000 tropas.

Si bien el ELS tuvo éxito en derrotar a Díaz, Madero demostró ser igualmente indiferente a las demandas de reformas agrarias que fueron fundamentales para la base indígena y campesina de Zapata. Bajo Venustiano Carranza, Francisco “Pancho” Villa fue asesinado y toda la fuerza del Ejército Mexicano dirigió su atención al baluarte de Zapata en el sur.

Zapata logró llevar a cabo reformas agrarias en su estado natal de Morelos y continuó desafiando al estado reaccionario mexicano. Su vida representaba una seria amenaza para el control criollo de la nación. El status quo vio su asesinato como necesario para aplastar toda resistencia bajo la bandera de la Revolución Mexicana.

Aunque Zapata murió hace casi un siglo, su legado sigue siendo más relevante que nunca.

A medida que se avecinan las elecciones en México, el estado mexicano sigue robando a las masas. La Ley de Seguridad Interna, la violencia del cartel estatal, la vigilancia de los activistas y los asesinatos de periodistas han creado un entorno caótico destinado a silenciar a los que hablan en contra del gobierno neoliberal.

Hoy, México sigue siendo un socio pequeño del orden capitalista-imperialista global. El estado viola rabiosamente los derechos de los migrantes centroamericanos que cruzan sus fronteras con esperanzas de llegar a los Estados Unidos. La corrupción es generalizada, incluida la fraudulenta elección de 2012 que llevó a Enrique Peña Nieto a la presidencia. Las mujeres continúan muriendo a un ritmo alarmante. La riqueza es propiedad de un pequeño porcentaje de las élites criollas de la nación como Carlos Slim. El impulso de Zapata para la reforma agraria aún resuena y ayudó a nombrar al conocido Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN, que lucha por los derechos de los campesinos indígenas en el sur de México. El profundo respeto y valiente de Zapata lucha por los más indigentes deberían inspirar a muchos.

A medida que nos acercamos a los 100 años, en 2019, del asesinato de Zapata, debemos prestar atención más que nunca a sus palabras: “Busquen justicia de los gobiernos tiránicos, no con su sombrero en las manos, sino con un fusil en su puño.”

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