Los activistas liberales y la mayoría de los izquierdistas en el Occidente dedican gran parte de su energía a los síntomas que produce el capitalismo mientras ignoran el funcionamiento interno de este sistema mundial y sus privilegios dentro de él.
Su incapacidad para percibir el corazón imperialista del sistema capitalista les permite ignorar o distorsionar las raíces de la migración masiva hacia el Occidente y, por lo tanto, les hace creer que la solución se puede encontrar en “fronteras abiertas”, ayuda del exterior y apoyo cortante para “dictadores” (neocolonialistas) y políticas de inmigración relajada. Las pequeñas secciones que sí incluyen algunas ideas antiimperialistas en sus protestas limitarán esto a las obvias invasiones o bombardeos militares, pero aún ignorarán las políticas imperialistas capitalistas occidentales que están más extendidas y son menos obvias.
Un aspecto importante, a menudo descuidado, del capitalismo, por ejemplo, son sus redes financieras imperialistas en todo el mundo. Los gobiernos del Primer Mundo, las compañías transnacionales y sus bancos se confabulan entre sí y ayudan a financiar sus proyectos capitalistas parásitos en todo el mundo.
Las naciones capitalistas acumulan un superávit económico para sus economías nacionales invirtiendo en proyectos de explotación en naciones del Tercer Mundo debilitadas intencionalmente. La amenaza de coerción violenta por parte de las naciones explotadoras contra las naciones explotadas es siempre una realidad subyacente, pero las relaciones neocoloniales con la clase compradora local generalmente significan que las fuerzas militares y policiales locales están a cargo de aplastar los movimientos de liberación.
El Occidente, entonces, se lava las manos al delegar la violencia y la coacción de las masas trabajadoras en el Sur Global a sus agentes locales. Los millones de personas desplazadas y perseguidas por este sistema imperialista global se ven obligados a migrar internamente dentro de sus propias fronteras o externamente al Occidente. En última instancia, las naciones explotadoras en el Occidente no pueden realmente rescatar o salvar a los inmigrantes provenientes de las naciones explotadas del Tercer Mundo.
El agresor no puede inmediatamente ser el salvador.
Mientras que estos movimientos a favor de la inmigración son útiles y necesarios en el corto plazo, también descuidan la historia y, por lo tanto, tienden a reforzar las narrativas centradas en el Occidente en el largo plazo. Narrativas que nos retratan fundamentalmente como migrantes y refugiados, como personas para ser “salvadas” de las “condiciones bárbaras autoinfligidas” en casa. Narrativas que entretienen la idea de que la solución reside en la reacción del Occidente ante la “crisis” en lugar de destruir su astuto parasitismo que yace en su origen.
De hecho, ir a la raíz del problema significa que los activistas en las naciones capitalistas centrales deben desafiar su privilegio colectivo como una aristocracia laboral. Sin embargo, es mucho más fácil para ellos desplegar sus delirios de “salvador” blanco que dependen de vernos como víctimas impotentes para ser llevados al redil del “progreso” occidental. La conversación termina siendo una en la que los occidentales y sus naciones son culpados por no hacer lo suficiente para ayudar, en lugar reconocer su lugar como la fuente del problema de la migración.
Esta narrativa blanqueada también se ha implantado con éxito en las mentes de aquellos de nosotros que somos migrantes y refugiados: la diáspora obligada a vivir en el Occidente. Ha penetrado en el pensamiento popular a tal punto que nos unimos a los movimientos a favor de la inmigración sin tener una clara teoría antiimperialista que explique el contexto de la migración moderna. Intencionalmente nos enredamos en esta peligrosa idea de que las naciones occidentales deberían ser lo suficientemente humanas como para rescatarnos de nuestra condición “natural” en nuestras tierras natales.
Las pequeñas secciones de la diáspora que rechazan este abismo de engaño imperialista son rechazadas sutilmente por no participar en plataformas donde podamos compartir nuestros puntos de vista. La sección de la diáspora que es más leal y versada en la narrativa del salvador occidental es recompensada con un estatus, carreras en ONG o puestos en partidos políticos liberales. Se convierten en los inmigrantes simbólicos que fortifican y validan la narrativa del salvador occidental mientras tanto reclamando que defienden los derechos de los migrantes.
En definitiva, para ser honestos con nosotros mismos, debemos comprometernos a apoyar a los movimientos radicales antiimperialistas en el Sur Global, ya que son los más propensos a desmantelar las estructuras capitalistas que crean las condiciones de guerra, pobreza, hambre e inestabilidad en todo el mundo. Sólo cuando las naciones explotadas derrocan a las clases compradoras e inician los modos socialistas de producción y distribución de la riqueza, se puede desmantelar este sistema mundial y se puede acoger un nuevo capítulo en la historia mundial.
Aquellos de nosotros que nos encontremos en el Occidente debemos sacrificar los privilegios materiales y de carrera que puedan surgir en nuestro camino y organizar enérgicamente movimientos radicales antiimperialistas para servir como un frente interno para la destrucción del capitalismo y sus tentáculos parasitarios envueltos alrededor del mundo.
¡Adelante!
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés por Anti-Imperialism.com el 27 de diciembre de 2016 y traducido al español por ANTICONQUISTA el 15 de diciembre de 2017.