El fundador de las FARC es un héroe latinoamericano

POR CARLOS CRUZ MOSQUERA

Los militares de Estados Unidos encabezaron una misión a Colombia a principios de la década de 1960 en cual advirtieron a su gobierno que no estaban preparados para la “amenaza comunista” que enfrentaba el país.

En 1964, siguiendo las directrices militares aconsejadas por los EE. UU., el estado colombiano lanzó una feroz misión militar para bombardear y destruir Marquetalia, una comunidad campesina comunista autónoma. Entre los que sobrevivieron al ataque, donde se utilizaron las bombas de napalm, se encontraba un joven líder campesino llamado Pedro Antonio Marín Marín, después conocido por su nombre de guerra, Manuel Marulanda.

Al año siguiente, dos documentalistas franceses ingresaron a Colombia y convencieron a las autoridades que les permitieran filmar aves raras en las montañas colombianas del departamento de Huila. Lo que realmente fueron a documentar fue la primera grabación del joven Marulanda, conocido como “Tirofijo”, por su precisión con armas de fuego, el hombre más buscado del país.

Incapaz de vencerlo a él y a su modesto pero capacitado grupo guerrillero, la prensa del país fue utilizada como una herramienta para caracterizarlos como “bandidos” en lugar de revolucionarios. Marulanda usó su aparición en el documental francés para aclararle al mundo que la prensa colombiana estaba siendo utilizada como una máquina de propaganda por el Estado y que los campesinos, de hecho, se estaban defendiendo de la violencia empleada por los militares.

A pesar de que el gobierno y los medios nacionales hicieron todo lo posible por suprimir a Marulanda, y su grupo guerrillero, se convirtió en una leyenda para las multitudes de campesinos pobres y en las organizaciones de izquierda en las ciudades. En su desesperación por evitar que se convirtiera en una personalidad como Fidel Castro o Ernesto “Che” Guevara, se informó que había sido asesinado en combate varias veces a lo largo de su larga vida, solo para reaparecer más desafiante que nunca. En una de las últimas entrevistas que dio antes de morir por causas naturales en 2008, contó burlonamente: “Se ha informado que he sido herido varias veces, pero incluso esas son falsas”.

Una vez que los campesinos armados comenzaron a tomar la ofensiva contra las fuerzas militares y buscaron tomar el poder bajo el nombre de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, en 1964, se convirtió en una herramienta del estado y los medios de comunicación caracterizar eficazmente a los insurgentes como “criminales”, “narcos” y “terroristas”. Estas etiquetas se han usado constantemente durante décadas, incluso hasta el día de hoy. No obstante, una investigación encargada por el Ministerio Público de Colombia en 2014 concluyó que las FARC no deberían ser etiquetadas como “narcos” ni como “terroristas”.

Durante siglos, los oligarcas gobernantes en América Latina han intentado retratar a los líderes políticos y revolucionarios como “bandidos”, “criminales” y “terroristas”. Cuando Micaela Bastidas y Tupac Amaru II organizaron una insurgencia contra los colonizadores españoles, también fueron tratados y etiquetados como “criminales” y sus cuerpos desmembrados se exhibieron en todo el Perú como “traidores”.

Los líderes revolucionarios Pancho Villa y Emiliano Zapata también fueron vistos como bandidos que velaban por sus propios intereses por la élite política mexicana. En la historia más reciente, la caracterización de Fidel como un “dictador violento” por cubanos de derecha en Miami los inspiró a celebrar su muerte. Todas estas figuras históricas se comprometieron a lograr la justicia social para las masas oprimidas. Durante sus vidas, cada uno fue retratado como un enemigo del progreso y la gente.

En su carrera como líder de las FARC durante casi medio siglo, Marulanda se sentó persistentemente con diferentes administraciones colombianas en un intento de lograr una solución pacífica al conflicto. El primer gran proceso de paz comenzó en 1982 con el ex presidente Belisario Betancur y culminó con la firma de un acuerdo en 1984 que se suponía que garantizaba los derechos políticos de la oposición de izquierda. De estas conversaciones surgió la Unión Patriótica, un partido político fundado por las FARC y el Partido Comunista de Colombia.

Lo que siguió fue el genocidio de más de 5.000 de sus líderes y miembros, en lo que se ha descrito como el exterminio político de todo un partido político. Este resultado increíblemente violento del “acuerdo de paz” indudablemente le dio a Marulanda cero confianza en las promesas hechas por el estado colombiano y marcó el tono para todas las conversaciones que siguieron. Sin embargo, el actual acuerdo de paz que ahora se está implementando es, según las FARC, el resultado de la larga lucha de Marulanda por lograr la paz revolucionaria en el país.

Los paramilitares escuadrones de la muerte, por otro lado, fueron diseñados y mantenidos para proteger el poder establecido por la elite política, capitalista y terrateniente. De hecho, fue durante los primeros años de los levantamientos campesinos en la década de 1960 que los EE.UU., a través del coronel William Yarborough, aconsejaron al gobierno colombiano crear y entrenar escuadrones de la muerte para combatir la “amenaza” del comunismo. Estos grupos continúan hoy en dia aterrorizando y matando a campesinos y líderes sociales en el país.

Estos dos grupos armados son tan antitéticos entre sí, que con la desmovilización de las FARC ha habido informes crecientes de represión paramilitar y asesinatos de campesinos que quedaron expuestos en el vacío dejado por la guerrilla.

Marulanda no fue ni la causa ni el agresor en la guerra de más de 50 años que ha plagado a Colombia. Fue parte de la respuesta de los campesinos oprimidos contra un gobierno que siempre ha insistido en priorizar los intereses capitalistas e imperialistas por encima de los de su pueblo. El “Guerrero de la Paz”, como lo conocen los radicales en América Latina, ha dejado un legado que de hecho puede ser manchado por los medios dominantes, pero que continúa inspirando un cambio revolucionario en Colombia y en toda la región.

Sus más de 50 años de lucha en las montañas y junglas de Colombia han influido mucho en los acuerdos de paz y en su trayectoria que plantea una propuesta radical de cambio con justicia social y participación. Esto no hubiera sido posible si Marulanda no hubiera dedicado su vida al pueblo colombiano.


Nota: Este artículo fue publicado originalmente por teleSUR Inglés por el mismo autor con otro seudónimo el 28 de marzo de 2017.

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